Erase una vez en un zoológico una comunidad de pequeños changuitos, todos jugaban felices y tenían espacio donde vivir. Un buen día, nació un pequeño changuito al que sus papas le llamaron Imo. Imo era un changuito muy inteligente, le encantaba observar a la gente pasar, el cielo iluminarse y oscurecerse, y como todo buen pequeño tenia mil y un preguntas por hacer.
Un día mientras Imo observaba, llegaron los empleados del Zoológico y dieron de comer a los changuitos del lugar varios kilos de fruta, Imo moría por comer un poco de esa fruta, pero se dio cuenta que toda la fruta estaba llena de caca, y él no quería comerse así su fruta. Observó como todos los demás changuitos comían de la fruta con mucha normalidad y sin pensarlo, pero como Imo era muy listo fue al pequeño lago del lugar y comenzó a lavar su fruta, una vez limpia la comió y se dio cuenta que tenía un sabor increíble. Así, Imo fue con los changos jefes para decirles sobre el gran descubrimiento que acababa de obtener, pero solo recibió risas y burlas, se rieron de él, del pequeño Imo, del que es muy chiquito para entender las cosas.
Imo salió muy desanimado, pero algo en el le decía que continuara, que estaba en el camino correcto. De esta forma Imo no se dio por vencido y se le ocurrió la maravillosa idea de que con cada changuito que naciera en la comunidad, él se encargaría de enseñarle a lavar la fruta.
Imo le enseño a los changuitos bebes a lavar su fruta y estos a su vez le enseñaban a los nuevos a lavar su fruta, y cuando comenzó a crecer el número de pequeños changuitos que lavaban su fruta, los más grandes también comenzaron a hacerlo, dejando la mediocridad a un lado.
Imo es el ejemplo de un gran líder, demostrando que no se necesita ser el más grande, o fuerte para crear grandes cambios, porque como decía la madre Teresa: “para llegar a contar hasta mil, siempre se comienza con uno”
